TDAH

1. Lo primero que debes saber: las 4C

Criar y educar a un hijo es uno de los retos más ilusionantes al que nos enfrentamos los padres. Disfrutamos con cada logro y sufrimos intensamente con cada tropiezo. Es por este motivo por el que el diagnóstico de un trastorno del aprendizaje puede hacer tambalearse nuestro mundo de expectativas y proyectos, pero buscando el camino adecuado podremos afrontarlo y lograr nuestros objetivos. Los problemas de desarrollo de nuestros pequeños constituyen uno de los principales retos al que nos enfrentaremos.   Las dificultades de aprendizaje, de relación y de comportamiento son un motivo constante de preocupación, y también de incertidumbre, para todas las personas implicadas en su cuidado. En el entorno familiar, esta preocupación obedece a varias causas: no sabemos cómo van a evolucionar, o qué impacto y consecuencias tendrán en la vida del niño. La falta de información sobre un problema de salud también puede ser un motivo de angustia para padres y educadores.

No existen fórmulas mágicas para la resolución de ningún problema de salud, pero hay cuatro actitudes, las cuatro CES, que resultan imprescindibles para afrontar estas situaciones de la mejor manera posible: confiar, cumplir, conocer y creer.

Confiar en el médico.

En primer lugar, ponerse en manos de médicos especialistas que, con su experiencia y su conocimiento, serán quienes puedan tomar las mejores decisiones orientativas y terapéuticas para resolver cualquier problema de salud.  Por ello es imprescindible escucharles con atención y seguir rigurosamente sus recomendaciones, porque son ellos quienes realmente pueden diagnosticar, proponer un tratamiento farmacológico, la modificación en determinados hábitos de vida o cualquier otra iniciativa dirigida a mejorar la calidad de vida de nuestro hijo. Debemos evitar dar crédito a la información que encontramos en internet cuando no está respaldada por expertos científicos, sociedades médicas u organismos que garantizan su objetividad e independencia. Tampoco es conveniente atender a recomendaciones distintas a las del médico especialista relacionados con el tratamiento farmacológico o con los cuidados que necesitan los niños.

Conocer el trastorno.

En segundo lugar, y no menos importante, debemos conocer todos los aspectos que, como padres, educadores o cuidadores son importantes para manejar un problema de salud, en este caso el TDAH. El conocimiento de esta información básica nos va a permitir comprender mejor las pautas de actuación, entender las recomendaciones del especialista y también desarrollar estrategias que mejoren el cuidado y la evolución del niño.

Cumplir las recomendaciones de los profesionales.

No debemos renunciar nunca a preguntar aquello que no comprendemos al profesional que atiende a nuestro hijo, y tampoco debemos excluir parcialmente sus recomendaciones, por ejemplo modificar las pautas o cambiar el fármaco o tratamiento, prescindir de la terapia no farmacológica, etc. Este tipo de decisiones pueden afectar muy negativamente a la salud y a la evolución del TDAH.

Creer en nuestra propia capacidad de superar estos retos.

La escucha activa, el respeto a las recomendaciones del profesional, el cumplimiento de las pautas prescritas y el conocimiento científico y riguroso del manejo del TDAH nos otorgarán la capacidad de manejar adecuadamente el trastorno, contribuyendo a mejorar la salud de nuestro hijo, ayudando a prevenir complicaciones posteriores y sobre todo a mejorar su calidad de vida y su relación con el entorno.

2. ¿Qué es?

El TDAH o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es un trastorno neurobiológico de carácter crónico, es decir, forma parte de la constitución de la persona, en este caso del desarrollo neuroconductual del individuo y  se mantendrá a lo largo de la vida de la persona. Es sintomáticamente evolutivo, lo que supone que los síntomas y manifestaciones del niño que lo padece irán cambiando a lo largo de su vida. Se considera que el TDAH se trasmite en un 80% de los casos genéticamente y afecta a un porcentaje entre el 5 y el 10% de la población infantil. En España, según un último estudio, un 6,8% de niños y adolescentes padece TDAH. Es decir, que aproximadamente habrá entre 1-3 niños con TDAH  en cada aula del colegio.

El TDAH se caracteriza por una dificultad de mantener la atención voluntaria frente a la realización de actividades de cualquier índole, tanto académicas como otras de carácter cotidiano. La atención involuntaria, mediada por las emociones, no está afectada por lo que sí habrá momentos en que la persona puede permanecer atenta sin dificultades.  Además el niño o la niña pueden presentar hiperactividad y falta de control de impulsos.

Los niños tienen mayor riesgo de sufrir TDAH, siendo la proporción de tres niños por cada niña.

Hoy conocemos muchas cosas de este trastorno que se detecta por sus manifestaciones en la infancia y que se prolonga en la adolescencia, incluso en la edad adulta, en el 50-70% de las personas que lo padecen.

El TDAH tiene importantes repercusiones en la vida del niño a muchos niveles generando dificultades y alteraciones:

  • Cognitivas
  • Académicas
  • Conductuales
  • Emocionales
  • Familiares
  • Sociales

 

Saber más: Impacto del TDAH en el núcleo familiar

Numerosos trabajos han evidenciado el impacto negativo que ocasiona el TDAH no solo sobre el niño afectado, sino también sobre los demás miembros del núcleo familiar, siendo frecuentes las disfunciones en las relaciones interpersonales, la percepción de una cohesión familiar menor, mayores conflictos y trastornos depresivos entre los padres y una mayor incidencia de separaciones y divorcios.

El estrés de los progenitores de niños con TDAH se inicia ya en la infancia temprana. En un trabajo realizado con niños de 3 a 5 años con TDAH frente a niños sin el trastorno (DuPaul.2001)se encontró que los padres de los niños TDAH tenían mayores niveles de estrés, menos adaptabilidad y mayor propensión a mostrar un comportamiento negativo hacia sus hijos.

También los hermanos son «víctimas» del trastorno de sus hermanos. Se ha descrito que los hermanos de niños con TDAH se sentían víctimas de los actos agresivos de sus hermanos, a través de actos de violencia física, agresiones verbales y la manipulación y el control que ejercían sobre ellos. Además, los hermanos de estos niños informaron que sus padres esperaban de ellos que cuidaran y protegieran a sus hermanos con TDAH, debido a su inmadurez social y emocional, reconociendo muchos de ellos sentimientos de ansiedad, preocupación y tristeza.

Los progenitores terminan viéndose a sí mismos como menos cualificados para la crianza y todo ello deriva en una menor satisfacción de la paternidad y la maternidad.

Por tanto, el abordaje integral del TDAH debe tener en cuenta no solo al niño, sino también a toda la familia. La reducción del estrés paterno y familiar debería ser un objetivo en el tratamiento, considerando el papel esencial de los padres y la familia en la crianza del niño.

3. Causas por las que se produce

El TDAH es un trastorno heterogéneo multifactorial y complejo, es decir, que no puede explicarse solo por una sola causa, ya que implica la participación de diversos factores biológicos y ambientales que interaccionan desencadenándolo.

 

Factores neuroquímicos

Los principales circuitos neuronales que se encargan de regular nuestra atención, así como el control del movimiento y de los impulsos, dependen fundamentalmente de dos neurotransmisores: la dopamina y la noradrenalina.

Las concentraciones de estos neurotransmisores y la susceptibilidad individual a los mismos son variables en las personas, de esta forma existen personas con gran capacidad atencional y de autocontrol y otras con peor capacidad. Pero la clave del diagnóstico no es la cantidad de neurotransmisor ni la capacidad absoluta de concentración de las personas, sino el hecho de tener dificultades producidas por la falta de atención y autocontrol.

Consideramos por tanto, que una persona tiene TDAH cuando sufre problemas derivados de los síntomas nucleares, o principales del TDAH (inatención, impulsividad, hiperactividad).

 

Factores neuroanatómicos

Los estudios de neuroimagen que se realizan con las tecnologías más avanzadas de investigación,  han detectado una hipoactivación de la corteza prefrontal y de otras áreas del cerebro implicadas en el proceso atencional, la planificación de tareas y el control de la impulsividad.

 

Factores genéticos

En la actualidad se considera que un 80% de los casos de TDAH se deben a factores de origen hereditario, estimándose que cuando uno de los progenitores está afectado la probabilidad de presentar este trastorno se multiplican por 8,2.

El coeficiente de heredabilidad del TDAH se sitúa en torno al 0,76 lo que significa que si un niño lo padece, en un 76% de los casos será por causas genéticas. A pesar de ello no hay una relación genética directa, por lo que aunque el padre tenga TDAH no es seguro que sus hijos vayan a desarrollarlo.

Los estudios de genética molecular apuntan a que son múltiples genes los que contribuyen a que el TDAH se produzca. Entre ellos, los genes que regulan el metabolismo de la dopamina y noradrenalina, pero también mucho otros implicados en la creación de conexiones neuronales y otros procesos celulares neuronales. Por lo tanto debemos ser consciente de que el problema no se origina en el entorno del niño, o en su modelo de educación sino que se deben buscar la respuesta en determinados cromosomas del genoma humano.

 

Factores ambientales

El cerebro es un órgano capaz de aprender durante toda la vida, y de forma constante absorbe y procesa la información que recibe del entorno. Por este motivo, se desarrollará apoyándose en los estímulos y contextos que le ofrezcamos. Por ello la intervención psicológica y educativa, así como el apoyo del entorno familiar  pueden ayudar a superar las dificultades de maduración cerebral y mejorar la sintomatología y el pronóstico del niño.

4. Manifestaciones clínicas

Entendemos por manifestaciones clínicas la suma de aquellos signos objetivos que podemos identificar en el niño, y también síntomas subjetivos, como el dolor, o la debilidad. Este tipo de manifestaciones deben producirse en los diferentes entornos en los que el niño se desenvuelve: el hogar, la escuela, las relaciones con sus amigos, etc.

Síntomas nucleares o síntomas principales.

Los síntomas nucleares o fundamentales del TDAH son: inatención, hiperactividad e impulsividad.

Estos síntomas son muy frecuentes en la población y esto no implica que una persona sufra de TDAH, es importante recordar que sólo consideramos que una persona tiene esta condición si los síntomas producen un impacto significativo en  dos o más  áreas del funcionamiento y el desarrollo del niño: cognitivo, académico, familiar, conductual y/o social. Más adelante profundizaremos también en cada uno de ellos.

Los síntomas clínicos varían ampliamente de una persona a otra, y en este aspecto tienen especial relevancia otros aspectos personales y biológicos como: la edad, el sexo, el contexto en el cual se desarrolla el paciente, las características de la propia persona y la presencia de comorbilidades, es decir la existencia de otros trastornos o alteraciones que se asocian a veces al TDHA.

Con la edad  se atenúan  todos los síntomas, sobre todo, la hiperactividad y la impulsividad.  Sin embargo, la inatención o la falta de atención, es la característica que más perdurará en el tiempo de la persona que padece el TDAH.

Las niñas con TDAH suelen presentar menos hiperactividad y también una menor impulsividad que los niños. Por este motivo  es frecuente que pasen inadvertidas, lo que puede retrasar el diagnóstico del TDAH.

Los síntomas dependen del contexto, ya que como explicábamos previamente, los niños con TDAH tienen afectada fundamentalmente la atención voluntaria, pudiendo concentrarse mejor cuando la atención no depende tanto de la voluntad como de las emociones:

  • Disminuyen en situaciones muy organizadas, estructuradas, que le resultan novedosas e interesantes.
  • Aumentan en situaciones que requieren atención, tras un esfuerzo mental mantenido o en actividades que carecen de novedad y atractivo.

LA INATENCIÓN

La falta de atención se caracteriza por la dificultad para mantener la atención o lo que se conoce popularmente porque “se le va el santo al cielo” o “está en su mundo”. Este aburrimiento se produce al cabo de unos pocos minutos de iniciar casi cualquier actividad.

Por esta razón el niño con TDAH:

  • Cambia frecuentemente de tareas, incluso de juegos, sobre todo si resultan monótonos o repetitivos.
  • Mantiene la atención de forma automática y sin esfuerzo para las actividades y tareas que le gustan, pero la atención consciente y selectiva para completar las tareas habituales o para aprender algo nuevo le es muy difícil.
  • No presta atención a detalles como por ejemplo: los signos de operaciones matemáticas, enunciados de ejercicios y la ortografía.
  • Comete errores no por desconocimiento sino simplemente por descuido o despiste: se pone la ropa del revés, se equivoca en tareas que sabe hacer. Esto puede producirle un descenso de su rendimiento o de su capacidad, ya que no aprende de los errores.
  • La falta de atención justifica también el extravío de cosas como: material escolar, ropa, juguetes.
  • También se olvida de encargos o actividades: olvida para qué fué a la habitación, apuntar los deberes o entregar los trabajos en clase.
  • Parece que no escucha cuando se le habla directamente, lo que nos obliga a repetirle las cosas muchas veces para fijar las instrucciones y atraer su atención.

La paciencia de los padres y educadores, sabedores de estas cuestiones es un aliado imprescindible en el manejo de estas situaciones. Los gritos, los gestos bruscos o violentos y la imposición por autoridad no contribuyen a mejorar estos comportamientos, sino que pueden agravarlos. No podemos olvidar que en la infancia forjamos nuestro autoconcepto, y mensajes negativos continuos puede hacer que nos veamos incapaces y tengamos una baja autoestima por este motivo

LA HIPERACTIVIDAD

Probablemente es una de las características más fáciles de detectar por el impacto que tiene en el comportamiento del niño.

  • Se manifiesta porque el niño o la niña parece estar siempre en movimiento, en ocasiones no puede mantenerse quieto en su asiento. Su hiperactividad no suele tener un propósito concreto o definido, simplemente le supone mucho esfuerzo estarse quieto. Todo ello, se traduce en: cambios de postura, mantener permanentemente las manos ocupadas con objetos, tocando o cogiendo cosas, emitiendo ruidos con objetos como el libro, los cubiertos, y cualquier cosa que esté en su entorno. Para ellos es una forma de romper la monotonía y el aburrimiento al que el TDAH los aboca.
  • Además su hiperactividad les lleva a levantarse en situaciones en las que normalmente debería permanecer sentado: en clase, a la hora de comer, en el cine, en los restaurantes, lo que les convierte inevitablemente en el centro de atención. No se trata de que quieran llamar la atención o romper la disciplina o las pautas sociales, simplemente se aburren quietos.
  • Corre en momentos imprevistos e incluso se sube a las alturas de forma excesiva o inapropiada en situaciones en las que no esperamos esta conducta, exponiéndose incluso al riesgo de sufrir accidentes y caídas. Los niños y las niñas tiene cierta propensión a las caídas y los pequeños accidentes domésticos. Estas conductas además les provocan reprimendas derivadas de sus problemas para mantener la disciplina o para obedecer.
  • Como comentábamos antes pueden hacer un ruido excesivo mientras realizan actividades o mientras juegan, por ejemplo: golpean la mesa, tiran los juguetes, dan gritos, desarman las cosas para investigar en su interior, llevados por su curiosidad.
  • Finalmente, otro comportamiento que resulta característico, es que en ocasiones hablan excesivamente, aunque a veces no se les entiende bien, debido a las dificultades que experimentan para organizar las ideas y los pensamientos que quieren trasmitir.

LA IMPULSIVIDAD

Esta característica se manifiesta o se define por una incapacidad de controlar las acciones inmediatas, en planificar su comportamiento. Esta impulsividad desencadena a veces comportamientos o respuestas muy rápidas, por ejemplo:

  • Responden antes de que la pregunta haya sido completada.
  • Realiza comentarios inapropiados, sin pararse a pensar en las consecuencias.
  • Tiene tendencia a pelearse con otros niños.
  • Pueden proferir insultos y meterse en líos.
  • incluso puede llegar a cruzar la calle sin mirar antes, con el grave riesgo que supone.
  • Tiene cierta dificultad para esperar su turno, quiere ser el primero y se muestra impaciente.
  • Interrumpe las conversaciones o juegos de otros como por ejemplo las conversaciones de los padres o los juegos de sus amigos.

La hiperactividad e impulsividad se comienza a observar  en torno a  los 4 años, aumenta con la edad, y a partir de los 7-8 años empieza a disminuir.

5. Mirar al futuro

El TDAH, como cualquier trastorno, exige una adaptación tanto por parte del entorno, como del propio niño que lo experimenta, y esto constituye un reto para todos.

Sin embargo, gracias a la aplicación de la terapia multimodal y al conocimiento que tenemos sobre el manejo de estas situaciones podemos ofrecer a todos los niños y niñas con el TDAH una integración plena en la familia, en el proceso educativo y en la sociedad.

Puede que estos niños estén limitados para desarrollar algunas actividades, sin embargo, cuentan con un extraordinario potencial, en campos donde pueden despuntar con su inteligencia, su imaginación y su talento.

La tarea de la familia, los psicólogos, los educadores, etc. es brindarles el apoyo que requieren  para que puedan enfocar sus capacidades emotivas, intelectuales y vitales en aquellos ámbitos que les van a proporcionar mayor bienestar, autoestima y por qué, no decirlo también, reconocimiento social.

Conseguir este objetivo es un compromiso que todos debemos asumir.

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